José de la Paz Pérez
La noche de anoche, fue única, irrepetible, inédita. Los miles y miles de rostros que combinaban orgullo y nostalgia al mismo tiempo, no despegaban la mirada de aquel hombre que hacía sonar la campana de Palacio Nacional.
Y es que no era una noche cualquiera; era la noche del último Grito de Independencia de Andrés Manuel López Obrador como presidente de México, aquel que después de muchas dificultades logró convertirse en el primer mandatario que, tras el periodo neoliberal, decidió voltear a ver a los pobres, al pueblo, y trabajar con él y para él.
Este último acto público de uno de los presidentes más reconocidos en el mundo logró conmover a los miles que estaban congregados en el Zócalo de Ciudad de México, quienes no se contuvieron y soltaron discretas lágrimas, y lucharon contra el nudo que oprimía sus gargantas.
Lo mismo ocurría en los hogares de millones de mexicanos que decidieron ser testigos de este acto histórico a través de sus redes sociales favoritas; en familia, daban las gracias a su “cabecita de algodón” por tanto amor. Amor con amor se paga, fue la receta del sexenio.
Y es que no hay registro de presidente alguno que en franca despedida de su mandato, en su último grito de Independencia, el pueblo le dedique ese sentimiento de nostalgia como a un entrañable amigo que se va y no volverá, como a un familiar ampliamente amado que se despide con un hasta nunca.
Sería ocioso enumerar aquí las causas por las que López Obrador ha despertado esa vorágine de sentimientos sinceros en el interior de cada una de millones de personas, porque todos ya las conocemos.
Baste decir que se trató de un presidente que defendió a tal grado a su pueblo, que no dudó, ni temió luchar contra las inercias y contra lo más sucio del poder económico y político que tenía sometido a toda una nación.
López Obrador cambió la historia: de recibir migajas, ahora el pueblo de México recibe lo que por derecho le corresponde; de ser sujeto de injusticias, ahora la Constitución Política de México les proporciona justicia plena y protección contra abusos de los otrora poderosos que se creían dueños del país.
Horas antes, AMLO había dado un gran regalo a los mexicanos que anhelan el acceso a la justicia: firmó el decreto para la publicación de la reforma constitucional al Poder Judicial en el Diario Oficial de la Federación. ¡Sí se pudo!, coreaban en el Zócalo los asistentes a tan especial noche.
El Presidente cumplió al pueblo, de eso no cabe duda, por eso esas muestras de cariño que no tienen precedente.
“¡Es un honor estar con Obrador!”, se escuchó una vez más en las gargantas de miles tras escuchar la arenga del grito de Independencia.
Y sí, fue un honor haber presenciado el inicio de la Cuarta Transformación, de esta revolución de las conciencias que apenas inicia, que sin duda llevará muchos años consolidar si se tiene a la persona idónea en la Presidencia.
De momento, ya está garantizado el segundo piso de la 4T con Claudia Sheinbaum.
Presidente, Andrés Manuel López Obrador… fue un verdadero honor… ¡hasta siempre!