Beatriz Mojica: la senadora que aspira a construir consensos


José de la Paz Pérez

En la política nacional, hay figuras que entienden el poder como coyuntura y otras que lo conciben como proceso. Beatriz Mojica Morga pertenece, claramente, al segundo grupo. 

Su balance del trabajo legislativo en el Senado de la República no es una simple rendición de cuentas: es una declaración de método, de pertenencia ideológica y, sobre todo, de aspiración política con sentido de futuro para Guerrero.

El discurso de Mojica Morga se ancla sin ambigüedades en la Cuarta Transformación y en el liderazgo de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo. 

No se trata de una subordinación retórica, sino de una alineación estratégica: entiende que el momento histórico exige cohesión institucional para consolidar el llamado segundo piso del proyecto de gobierno. 

Desde ahí, su narrativa busca proyectarla como una senadora confiable, disciplinada y eficaz dentro del bloque mayoritario, capaz de cumplir con México sin perder identidad propia.

Su énfasis en el trabajo legislativo —audiencias públicas, análisis en comisiones, diálogo entre Cámaras y procedimientos completos— dibuja el perfil de una legisladora que reivindica la política como deliberación y no como imposición. 

En tiempos donde el Congreso suele ser percibido como una oficialía de partes, Mojica subraya el valor del debate y la unanimidad construida, enviando un mensaje claro: la democracia se fortalece cuando se ejerce, no cuando se simula. 

Este posicionamiento no es menor; habla de una senadora que aspira a ser vista como constructora de consensos, no como figura estridente.

En temas de fondo, su protagonismo se asocia a reformas sensibles para la sociedad: justicia, amparo, fiscalidad y, de manera especial, el combate a la extorsión. 

El endurecimiento de penas y la insistencia en corregir la minuta proveniente de la Cámara de Diputados revelan a una Mojica atenta al clamor social, particularmente relevante para estados como Guerrero, donde la extorsión es una herida abierta. 

Aquí su discurso adquiere una lectura local: legislar desde el centro con la realidad del sur en mente.

No es casual, tampoco, su cuidado por los símbolos. El reconocimiento a Elena Poniatowska en el Senado habla de una política que entiende la cultura y la memoria como parte del poder público. 

Beatriz Mojica se coloca así en una tradición de izquierda que  administra presupuestos y leyes, pero también honra causas, trayectorias y referentes éticos. En una época de pragmatismos excesivos, este gesto refuerza su perfil humanista y progresista.

¿Hacia dónde mira Beatriz Mojica? Todo indica que su aspiración va más allá del escaño. Su discurso sugiere una visión de Estado, con énfasis en justicia social, legalidad y participación ciudadana, que bien podría proyectarse hacia mayores responsabilidades. 

Para Guerrero, una entidad históricamente relegada y compleja, Mojica representa la idea de que se puede incidir desde la Federación sin olvidar el origen ni las urgencias locales. 

Su apuesta es clara: construir poder con método, con causa y con horizonte. El tiempo dirá si esa construcción encuentra el siguiente peldaño, pero el perfil ya está trazado.

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