El PAN se deslinda y el PRI tiembla: el terror a la desaparición del mapa político


José de la Paz Pérez /  

*La decisión del PAN de competir sin alianzas en las próximas elecciones deja al PRI al borde de la incertidumbre   *Detrás del discurso de “unidad opositora”, se esconde el verdadero temor de un partido que se desmorona bajo el liderazgo de Alejandro Moreno

La reciente declaración del Partido Acción Nacional (PAN) de que no formará alianzas con otras fuerzas políticas rumbo a las próximas elecciones ha sacudido el tablero político y, sobre todo, ha encendido las alarmas en el Partido Revolucionario Institucional (PRI). 

En las filas priistas se ha dejado ver la preocupación —casi desesperación— por mantenerse dentro de una oposición unida, una postura que revela más un miedo existencial que una estrategia electoral coherente.

No es casual que la secretaria general del PRI y otros dirigentes hayan insistido públicamente en la necesidad de mantener las alianzas opositoras. Saben perfectamente que, sin el respaldo de sus antiguos aliados, el PRI enfrentará solo su peor escenario: la confirmación de su declive. 

Las cifras electorales de los últimos años no mienten; el partido que gobernó México durante más de siete décadas apenas conserva una presencia testimonial en muchas entidades, y su estructura territorial ha sido devorada por el desinterés ciudadano, el desencanto y la falta de renovación interna.

El gran responsable de esta debacle tiene nombre y apellido: Alejandro “Alito” Moreno. Su liderazgo ha sido, en los hechos, una administración del colapso. 

Ha convertido al PRI en un instrumento personal y ha desgastado hasta la última gota de credibilidad de un instituto que alguna vez fue el emblema del poder político en México. Las decisiones verticales, los escándalos y las acusaciones de corrupción han terminado por desfondar al tricolor, que ahora se aferra a alianzas como tabla de salvación.

El pánico del PRI ante la decisión del PAN es comprensible. Sin socios, su sobrevivencia electoral se vuelve casi una quimera. Pero más allá del cálculo político, lo que aflora es la crisis de identidad de un partido que nunca supo reinventarse tras perder el poder. 

Mientras Acción Nacional busca reconstruir su propia base, el PRI parece condenado a una lenta extinción, arrastrado por los errores de su dirigencia y la falta de conexión con la nueva realidad política del país.

Si algo demuestra este episodio, es que el miedo a la desaparición pesa más que cualquier discurso de unidad. Y en el caso del PRI, ese miedo tiene rostro, historia y fecha de caducidad.

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