Claudia Sheinbaum y el mensaje detrás del rechazo a Ángel Aguirre


José de la Paz Pérez

El episodio ocurrido en Ometepec, donde la presidenta Claudia Sheinbaum rechazó públicamente un obsequio enviado por el ex gobernador Ángel Aguirre Rivero, no es un gesto menor ni un simple desplante protocolario.

Es, en los hechos, una declaración política y moral que busca marcar distancia con quienes han sido señalados tras la ocurrencia de uno de los capítulos más oscuros de la historia reciente de Guerrero: la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.

Sheinbaum no se limitó a declinar el regalo, lo hizo con una frase contundente: “No recibo regalos de ellos”. Ese “ellos” no es genérico ni inocente, sino un pronunciamiento directo de ruptura frente a los actores políticos vinculados a sospechas de corrupción, en particular aquellos señalados en procesos de investigación por violaciones a derechos humanos.

“Ni lo conozco ni tengo deseos de conocerlo”, dijo Claudia Sheinbaum este día al contestar a un reportero durante la conferencia mañanera; consciente del peso simbólico de sus palabras, la presidenta colocó a Aguirre en un espacio de exclusión política y moral.

El ex gobernador de Guerrero renunció en 2014 en medio del escándalo por la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa.

Desde entonces, aunque no ha sido involucrado más allá de los señalamientos, su nombre permanece ligado a la tragedia y a la exigencia de justicia que aún persiste.

Que intente acercarse a Sheinbaum mediante un obsequio revela, quizá, la búsqueda de legitimidad o de un gesto de reconciliación política. Pero la respuesta presidencial fue tajante: no hay lugar para componendas ni acercamientos con figuras cuya reputación está marcada por la tragedia.

En un país donde la clase política ha normalizado la convivencia entre sospechas de corrupción y gestos de cortesía, la negativa de Sheinbaum cobra un valor ejemplar.

El mensaje es doble: hacia la ciudadanía, que exige coherencia y distancia de personajes cuestionados; y hacia los actores políticos, que deben entender que la vieja práctica del “detalle” o el regalo como llave de acceso al poder no será tolerada en esta administración.

No hay que olvidar que Ángel Aguirre ha pretedido vincularse políticamente a Morena, el partido en el poder.

Más allá del protocolo, el rechazo al obsequio de Ángel Aguirre es un recordatorio de que la herida de Ayotzinapa sigue abierta y que la memoria de los 43 estudiantes no puede ser trivializada con gestos diplomáticos.

Sheinbaum, con un acto sencillo pero cargado de significado, envía la señal de que no habrá reconciliación con quienes representan ese pasado manchado de presunta impunidad.

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