José de la Paz Pérez /
A los 51 años, una complicación pulmonar apagó la voz que por décadas llenó de humor y folclor las fiestas, los escenarios y la vida cotidiana de su tierra.
Originario de Playa Ventura, en el municipio de Copala, Tico no solo contaba chistes: contaba historias, tejidas con el alma costeña, salpicadas de picardía y un amor inmenso por sus raíces.
Su legendario grito de batalla, "¡Ella Mayeya!", resonaba como un himno de alegría, un llamado a reír sin reservas, a celebrar la identidad de Guerrero con orgullo.
Nadie lo imitó, nadie lo igualó. Su talento era único: improvisación certera, agilidad mental deslumbrante y una conexión perfecta con el público.
En sus monólogos, la Costa Chica cobraba vida, con sus tradiciones, sus personajes y esa mezcla irreverente de sabiduría popular y humor que solo él dominaba.
Llevó su arte más allá de Guerrero, compartiendo su legado en distintos rincones de México, donde su nombre se volvió sinónimo de alegría auténtica.
El vacío que deja es inmenso. "Era el alma de nuestras fiestas", comenta un admirador en redes sociales. "Cuando Tico subía al escenario, hasta los más serios terminaban llorando de risa", recuerda otro.
Su muerte no solo apaga una carrera, sino un pedazo del folclor vivo de la región.
Hoy, mientras Guerrero llora, también celebra su legado. Porque Tico Mendoza no se va del todo: queda en cada anécdota repetida, en cada "¡Ella Mayeya!" gritado en su honor, en la memoria de una costa que vibraba con su arte.
Descanse en paz el rey de la risa costeña, el hombre que hizo de la alegría un acto de amor a su tierra.
¡Ella Mayeya, Tico! Que el cielo tenga preparado un escenario para ti.