José de la Paz Pérez
El huracán Otis destruyó Acapulco… la rapiña destruyó la
esperanza.
Sí, se destruyó la esperanza de que ese “pueblo bueno” –como
lo ha llamado de manera reiterada el presidente de México, Andrés Manuel López
Obrador- en situaciones de gran apremio mostrara solidaridad con los más
afectados; la esperanza de que los valores afloren en momentos difíciles y de
que estamos dispuestos a mantenernos íntegros frente a nuestras familias pase
lo que pase.
Y ahora… ¿qué les vamos a decir a nuestros hijos? ¿Les preguntaremos
si recuerdan cuando el huracán Otis destruyó Acapulco y nosotros aprovechamos
para hacer rapiña o, lo que es lo mismo, un descarado robo argumentando que
mañana no habría víveres?
Hoy nos dimos cuenta que fue pérdida de tiempo esos años en
que les decíamos a nuestros hijos: es malo robar; o cuando les inculcamos la
solidaridad, u otros valores de sobra conocidos. Cuando los llevamos de la mano
a robar esa pantalla gigante, ese aire acondicionado, o accesorios para autos -cuando
no tenemos uno-, les enseñamos que sólo fueron palabras, porque el ejemplo que
les dimos sí les quedará grabado en la mente como algo que puede hacerse de
manera impune, o al menos con permiso de los padres.
¿Y qué les diremos cuando escuchemos que la gente muere por
falta de medicamentos mientras nosotros tenemos varias cajas que hurtamos de
manera egoísta y ambiciosa de las farmacias y hospitales sin saber siquiera
para qué sirven?
¿Era necesaria tanta rudeza? ¿Es válido destruir lo que el
viento no se llevó argumentando probable desabasto?
Y para que no se malentienda la reflexión, diré que el robo
de alimentos y agua se comprende perfectamente… aunque personalmente no es
justificable; es mi punto de vista, muy personal.
El huracán Otis destruyó Acapulco… la rapiña destruyó la esperanza
Era muy temprano en ese día miércoles 25 de octubre de 2023…
la gente aún se preguntaba qué había pasado, y recordaba que unas horas atrás
había estado en peligro real de muerte… y afuera, en las calles, cuadrillas de
niños, jóvenes, adultos, hombres y mujeres, familias enteras, habían comenzado
la rapiña.
Y no sólo se trataba de comida, que podría entenderse cuando
hay pobreza, sino que el saqueo incluía tiendas de autoservicio, de electrónicos,
muebles, ferreterías, farmacias y accesorios para autos. Viajes y viajes de
mercancía, incluso en autos, motos y camionetas de lujo, se vieron ese día.
Y no era por hambre
que iban a robar, podríamos parafrasear perfectamente así la poesía de “Los
Motivos del Lobo”. Porque eso hacían: un vil robo, aprovechando el desastre
dejado por un fenómeno meteorológico lamentable, muy lamentable.
¿Quién inició todo? Hay muchas hipótesis al respecto, pero
eso ya no importa. La inconciencia, la participación de familias enteras, el
involucramiento de menores, es lo lamentable.
La rapiña se efectuó argumentando que se avecinaba una
especie de hambruna, lo cual sucedió precisamente por el saqueo indiscriminado:
en una semana unos pocos tenían mucho en sus hogares, pero la mayoría no tenía
nada: ni dónde comprar lo básico porque las tiendas fueron vaciadas; ni dinero,
porque ni siquiera los cajeros se salvaron.
La escases no la provocó Otis, sino la rapiña, eso quedó
claro.
El viento del huracán se llevó nuestras casas, destruyó
hoteles, restaurantes, todo comercio de Acapulco, pero lo que el viento no se
llevó: la esperanza, esa la destruyó la rapiña y esto es más lamentable aún que
cualquier desastre natural.
¿Qué les diremos a nuestros hijos?, ¿qué les diremos mañana
cuando pisen la cárcel por robo, por fraude? Sinceramente no imagino qué les
diremos…